Llega fin de año y con él, ese inevitable balance entre lo que planeamos y lo que realmente sucedió. El coach Cristian Diani explica por qué esta época nos genera tanta angustia, cómo las redes sociales amplifican la frustración y qué rituales concretos podemos hacer para cerrar duelos.
Diciembre trae calor, cansancio y esa sensación de estar «ofuscados» que todos compartimos. No es casualidad: el fin de año funciona como un «landmark» o marca temporal, uno de esos momentos que nos obligan a mirar hacia atrás y hacia adelante. Como los cumpleaños, las mudanzas o los casamientos, el 31 de diciembre nos pone frente al espejo para hacer un balance que, este año en Argentina, puede resultar especialmente pesado.
«A mayor expectativa, mayor frustración», advierte Cristian Diani, coach ontológico, en diálogo con Radio La 10. Y en ese ejercicio retrospectivo, las redes sociales juegan en contra: mientras scrolleamos Instagram vemos viajes, autos nuevos y casas compradas, cuando nuestra realidad fue quizás no poder pagar el alquiler o no llegar a fin de mes. «Nadie publica cosas tristes. Todos publicamos cosas lindas», explica Diani. Su primera recomendación para quienes sienten el humor bajo: alejarse de las pantallas.
Pero el malestar de estas fechas no solo viene de la comparación económica. Las fiestas reviven duelos: la ausencia de seres queridos que murieron, divorcios recientes, hijos que pasan Navidad con el otro cónyuge, mudanzas que nos alejaron de nuestro entorno. «Todos son duelos de distintas magnitudes», señala el especialista, quien propone algo revolucionario para la cultura argentina: darse permiso para no ir, para poner límites, para decir «no estoy listo».
«Lo sano es no ponerse rígido con lo que tengo que hacer. Porque lo rígido se quiebra», explica Diani. Y propone buscar flexibilidad: «Puedo juntarme con mis amigos pero decirles ‘si vamos a hablar de parejas, prefiero no ir'». El problema es que vivimos con «máscaras sociales impuestas o autoimpuestas» que nos impiden ese nivel de honestidad. Entonces vamos a las despedidas de año donde «todo estuvo lindo para todo el mundo» y nadie se anima a decir «qué garrón, mi jefe este año estuvo complicado».
Para cerrar esos duelos pendientes, Diani propone rituales concretos y accesibles. Nada grandilocuente: escribir una carta a quien ya no está (pareja, familiar, mascota, trabajo), leerla con una vela encendida, agradecer lo vivido y quemarla. «Al quemar y transmutar, estoy cerrando«, explica. Otra opción: encender una vela con un vaso de agua al lado, hablar con esa persona ausente, decirle todo lo que sentimos y repetir la frase clave: «Lo libero y me libero». El vaso de agua canaliza la energía, las velas deben consumirse solas, y el agua después se tira a la calle, no en la casa.
«Nuestro cerebro no sabe lo que es real y lo que es ficticio«, aclara el psicólogo. «En un ritual puedo hacer un cierre, y para mi inconsciente va a estar cerrado«. No es magia ni espiritismo: es engañar al cerebro límbico, ese que no distingue entre lo que pasó y lo que nos imaginamos. Por eso funcionan las visualizaciones y las meditaciones. Y por eso estos rituales, aunque parezcan simples, tienen efecto real en nuestro bienestar emocional.
Cuando llegue el 31 y toque mirar hacia adelante, Diani recomienda realismo: «Los objetivos no pueden ser muy fáciles porque el inconsciente no los va a buscar, ni imposibles porque tampoco. Tienen que ser desafiantes». Y algo fundamental: revisarlos cada dos o tres meses, no esperar al próximo 31 de diciembre. «Somos nuestra propia empresa. Revisamos cómo estamos con nuestros objetivos y los reacomodamos para que el próximo balance no sea tan malo».
Mientras tanto, lo importante es transitar estas fiestas desde «un lugar más real«, buscando grupos de pertenencia donde podamos ser quienes realmente somos. Porque «seguramente no todo fue tan malo, ni todo fue tan bueno». Y en esa zona gris, honesta y vulnerable, es donde quizás encontremos algo de paz para cerrar 2025 y abrir 2026 sin tantas máscaras puestas.






