Los perros combaientes de las Malvinas

Fueron la alarma antibombas más eficaz que los soldados pudieron tener. Los canes aullaban con mucha anticipación, alertando los ataques aéreos.

El País 06/04/2022 Redacción Minuto Córdoba Redacción Minuto Córdoba
Los perros que lucharon en Malvinas
En Malvinas además de hombres también hubo perros.

También en la Guerra de las Islas Malvinas hubo perros combatientes, en este caso se destacan 18 caninos que oficialmente lucharon junto a los soldados que dieron la vida por la soberanía de las Islas.

Dos de ellos tuvieron una actuación destacada e incluso uno de ellos, Tom, no era un perro de guerra. Dos cayeron en acción dando su vida como un soldado más. 

(*) Agrupación de Perros de Guerra en las Islas Malvinas:

 

  • Volf
  • Nando
  • Vogel (En este caso, sobrevivió a la guerra y fue de los perros que más vivieron después del conflicto)
  • Warner
  • You
  • Kenny
  • Falu
  • Francky
  • Negro (Desaparecido en acción, se creé que murió)
  • Nick
  • Duque
  • Ñaro (Desaparecido en acción, se creé que murió)
  • Ranquel
  • Ñancu
  • London
  • Onix
  • Xuavia (Destacada del BIM5 por haber ayudado a un herido)
  • Olaf

 

Describiré a los más destacados:

 

Xuavia

Ella estaba preñada cuando fue al frente de batalla, en la noche del 13 al 14 del mes de Junio estaba regresando del frente hacia la localidad cuando encontró a un soldado de la Infantería de Marina herido en el suelo cubierto por la nieve, Xuavia se acercó y se pegó a él, le dio calor hasta que los camilleros consiguieron encontrarlo y le trasladaron al hospital de Puerto Argentino. La perra les escolto hasta allí y luego regresó con su escuadrón.

Cuenta el Guardia Marina Veterinario Robles: "Vino al lugar donde yo estaba, un soldado me grito: “¡Señor volvió Xuavia!”, y cuando me di vuelta y la vio me pareció mentira, todos le demostraron alegría y puedo asegurar que ella respondió del mismo modo. Ya en la Base Naval Puerto Belgrano tuvo nueve cachorros"

 

Vogel

De los perros que regresaron al continente algunos murieron de viejos, otros en accidentes en el servicio. Sobrevivió a todos el perro Ovejero Alemán Vogel. Está enterrado en el batallón bajo un túmulo conmemorativo mirando hacia las Islas.

Hasta su muerte prescindió todas las ceremonias de la unidad luciendo en su capa la condecoración por su participación en la Guerra de las Islas Malvinas. Las fotos de Ñero y Negro, quienes desaparecieron en combate se encuentran en el batallón y el museo de la Infantería de Marina.

 

Ñero y Negro

En los últimos días de combate se decidió el envío de perros a primera línea y fueron tres las parejas enviadas; los conscriptos Carlos Del Greco con Ñaro, Raúl Andicochea con Negro y Carlos Silva con Xuavia.

Negro y Ñaro fueron al frente por su bravura y valentía. Eran los mejores del batallón, porque participaban de todas las exhibiciones (desarme de enemigos, control de detenidos y saltos de altura). Xuavia porque era extremadamente celosa y guardiana.

Los machos desaparecieron en el fragor del combate entre el 13 y el 14 de junio. Todos los esfuerzos por encontrarlos fracasaron y se presumió que ambos murieron en combate porque nunca fueron hallados sus collares. De haber seguido con vida, su instinto y sensibilidad los hubiera traído de regreso.

 

Un héroe civil: Tom

Cuenta el Cabo Omar Liborio del Grupo de Artilleria 101: “El camión me esperaba afuera, junto a mis soldados y los equipos. Tomé un gran manojo de camperas y me dirigí a la carrera, pero se me cruzó un perro de la base que habíamos criado desde cachorro y me hizo caer. Me levanté maldiciendo, tomé otra vez las camperas y retomé mi camino, pero a los pocos metros otra vez el perro me hizo caer. De la bronca, lo tomé y le dije “Estás jodiendo, entonces venís con nosotros a Malvinas” y lo subí al camión.

Al ver el perro, el soldado Cepeda me preguntó asombrado – “¿Y eso mi Cabo Primero? ¿Cómo se llama el perro?”

Entre risas le contesté: “Desde hoy se llama Tom, porque vamos al Teatro de Operaciones Malvinas”

Al poco tiempo se transformó en el ser más mimado y querido entre todos, pero debíamos ocultarlo de los superiores, por eso en las inspecciones siempre estaba dentro de algún bolso, campera o saco de dónde solo salía su hocico para respirar.

Luego de unos días de espera en Santa Cruz partimos en un Hércules hacia las Islas Malvinas transportando a nuestro personal, dos cañones Sofma, un Unimog y desde luego a Tom, que para esa altura ya era otro soldado movilizado del Grupo de Artillería 101.

En Malvinas, Tom se comportó como un bravo artillero. Cuando tirábamos con la máxima cadencia de fuego hacia los británicos, él se paraba delante del cañón como el mejor de los combatientes; siempre ladraba y jugaba con aquél que estaba bajoneado en los momentos de calma para darle ánimo; cuando había “alerta roja de bombardeo naval” era el primero en salir del refugio para buscar a los más alejados y el último en entrar a cubrirse; y muchas veces su instinto canino presintió los bombardeos aéreos antes que se gritara la alarma, lo cual manifestaba con ladridos que ya conocíamos. Compartía con nosotros la comida y los soldados le fabricaron un abrigo con los gorros de lana y bufandas.

El 11 de junio, a las 11:15 hs, un avión pirata se lanzó frenéticamente sobre nuestra posición bombardeando nuestro cañón y haciéndolo estallar, nosotros corrimos a cubrirnos y Tom, como siempre, parado sobre una roca ladraba dando la señal de alerta.

El avión efectuó otra pasada, esta vez ametrallando con furia nuestra tropa que repelía el ataque con fusiles, en ésta oportunidad varios fueron heridos (yo entre ellos), y Tom, que corría avisándoles a los más distantes fue alcanzado por las esquirlas.

El humo y el olor a pólvora cubrieron el lugar. Como pudimos, heridos, buscamos a Tom y lo encontramos tendido sobre una piedra inmóvil, con sus grandes ojos negros mirándonos y despidiéndose lentamente de sus camaradas.

Allí quedó para siempre nuestro cañón y el mejor testigo de esta Gesta, nuestro querido Tom. Allá en la fría turba malvinera él es otro bastión argentino, que junto a los héroes que dieron su vida por la Patria, significan soberanía y un especial estilo de vida.

Cuando volví al continente, en honor a él, todos los perros que tuve se llamaron Tom y mientras yo viva así lo haré.

Tom en Malvinas fue mi mejor amigo. ¡Y yo… jamás olvido a mis amigos!”

 

Mortero

El perro del Regimiento de Infantería (hoy Mecanizado) Nº 8. Fué con nosotros a Malvinas y volvió con nosotros en el Norland como “prisionero de guerra”.

Mortero nos acompañaba en cada una de las salidas hacia las misiones de las Gato y Mancha. Cruzaba el campo minado y las primeras líneas junto a nosotros hasta llegar a una tranquera.

Allí se detenía y quedaba observándonos hasta perdernos de vista. Cuando regresábamos (al término de tres o cinco días) se ponía contento. Mortero, más que un simple perro… un amigo de los Soldados. Cuando sube al Norland les orinó la alfombra. Los ingleses lo querían tirar al agua. No lo permitimos. Regresó al Continente con nosotros.

Tengo una anécdota con ese perro: Yo volví prisionero en el Norland Holn y gracias a mi Inglés chapurreado me pusieron como traductor. Un día, durante el viaje de vuelta al continente, me sacan del camarote (eufemismo para una habitación de 1,5 x 2,5 mts, con 2 catres) que compartía con 3 soldados de ejército y me explican (los ingleses) que había en la bodega un perro llamado “mortar” (mortero) , que en un principio se negaron a embarcar pero que el Capitán del buque, ante la insistencia y rechazo vehemente de su “perrero” a abandonarlo, había accedido a hacerlo, pero como humorada le hizo la advertencia de que “si el perro mordía a alguien ambos serían arrojados por la borda”.

Resulta ser que el animal se negaba a ser alimentado por los “gringos” y por el bien del animal me pidieron que localizara al guía para que lo haga. Pasamos por varios “camarotes” preguntando por él y al hacerlo rápidamente me respondían que no lo conocían o no sabían dónde estaba. Hasta que al preguntar en uno , todos permanecieron en silencio sin decir nada, volví a preguntar y nada, me dí cuenta de que algo pasaba, al preguntar por tercera vez, el soldado más alejado y casi oculto tras sus compañeros, atinó a preguntar con voz preocupada: "¿mordió a alguien el perro?"

Cuando estábamos todos sentados en la bodega de carga del buque, ya en Puerto Madrin, esperando ser desembarcados, mientras los guardias se paseaban a nuestro frente armados con sterlings, apareció trotando alegremente “mortair”. Uno de los guardias a mi frente comenzó a llamarlo y al ver a “mortero” avanzar hacia él con la cabeza gacha y meneando la cola escuché a mi alrededor murmullos de “perro traidor” “vendido” y cosas por el estilo. Mortero llegó frente al guardia, se sentó sobre sus patas traseras y mirándolo al rostro… le lanzó a los piés una meada interminable. La carcajada que se escuchó como un trueno en todo el buque fue impresionante. Juro por mis hijos que esto fue así y justamente delante de mis ojos.

 

Foto: El Diario de Río Negro
Fuente: Dr. Prof. Carlos Víctor Zalazar

Te puede interesar

Lo más visto